Veracruz, Ver.- Surgieron en los barrios y en las profundidades del sotavento veracruzano. Los mayores les transmitieron el Don por la música y el amor por el Son Jarocho.
Algunos de ellos llevan décadas rindiendo tributo a esa música que surgió en las rancherías y pueblos; otros, son las nuevas generaciones que buscan preservar el legado musical.
Mono Blanco, perfección del son jarocho
Xalapa, Ver.- Las raíces del son jarocho son tan profundas como los árboles de la selva de Los Tuxtlas.
Sonido que va de lo antiguo a lo contemporáneo, siempre perfectible, siempre cambiante, así lo define Gilberto Gutiérrez Silva, jaranista y fundador del mítico grupo Mono Blanco.
A 45 años de su creación, Mono Blanco es un concepto que vive para preservar la fiesta tradicional del fandango, donde se combina música, danza (zapateado) y poesía.
Jarocho Barrio, raíces de un pueblo
Minatitlán, Ver.- Cantan al amor, al desamor, a la naturaleza y al trabajo de los campesinos, así como a la dura vida del migrante. Y lo hacen desde el sur de Veracruz.
De la mano del maestro jaranero Antonio Padua Benítez (abuelo de dos de los integrantes), los Jarocho Barrio comparten el amor y el Son Jarocho, un sonido que retumba con fuerza en las entrañas de un pueblo.
La agrupación, creada en 2015 en Chinameca, está conformada por jóvenes pertenecientes a familias soneras de la zona sur: desde Chinameca, Cosoleacaque, hasta Acayucan y Cosamaloapan.
La fábrica de iguanitas
Minatitlán, Ver.- Un pequeño grupo de iguanitas, como se hacen llamar, cuentan la historia de su gente con el son jarocho, un modo de vida de los pueblos del sur de Veracruz.
Con la esencia del fandango, como la fiesta y energía, músicos de todas las edades y regiones, celebran al son y educan musicalmente a niños y adolescentes.
Gracias a las enseñanzas que comparte Héctor Israel Nava Guerrero, se reúnen para un mismo fin armónico que se manifiesta como música: preservar el canto y baile de sus raíces.
Piña Madura, soneros del llano veracruzano
Isla, Ver.- Los extensos cultivos de piña del llano veracruzano -donde el verde y amarillo crean una mirada única-, se inundan de una melodía con cadencia, ritmo, rapidez y armonía que llegan a todos los poros del cuerpo.
Una música alegre y con sabor recorre las rancherías y pueblos evocando y rindiendo tributo a los viejos del Son Jarocho. Cuatro chavales, desde lo profundo de Villa Azueta y Ciudad Isla, tocan con pasión los acordes del Buscapiés, uno de los sones de tarima más potentes.
Los Tianguis, sabores musicales
Xalapa, Ver.- El nombre no fue difícil designarlo; en sus inicios recibieron el apoyo y solidaridad de los comerciantes del mercado Leyzegui , ubicado en la calle de Encanto y Jardín Interocéanico de esta capital veracruzana.
Los vendedores adaptaron algunos pasillos para que los intérpretes instalaran sus instrumentos musicales que solo sonaban a unos metros del sitio, en la casa de uno de sus integrantes. Y del mercado salieron a festivales, como el Costa Esmeralda 2022.
Beto Bolina (trompeta), Ray Domínguez (trombón), Froy (Sax), Ovidio Hernández (Bajo), Pépe Pez (vocalista), Sergo Lerma (Guitarra), Yair Fernández (Piano) y Kchy García (Batería) son los que encabezan la agrupación.
Zenén Zeferino: sembrador del son jarocho
Jaltipan, Ver.- Los sonidos de la jarana y los versos jarochos adornaron sus primeros años en una casa del Barrio Tercero de Jáltipan cuando los años setenta daban su primer albor.
Aprendió a versar en medio de las reuniones familiares donde el son de las protestas de izquierda, las canciones de Agustín Lara y la música tropical que se escucha en el son de Veracruz los ponían a cantar y bailar.
El son de Los Llanos del Sotavento, en crisis durante los años setenta, lo eligió como uno de sus semilleros en el resto del estado y en el mundo.