“Juanote”, ícono de una ciudad

*Inevitable y obligado rendir tributo a un personaje de la ciudad de Xalapa, un hombre que formó un gremio de cargadores y amante de la Orquesta Sinfónica de Xalapa

Javier Salas Hernández

Xalapa, Ver.- En el umbral de la muerte, del que nadie está exento y en el que algún día todos estaremos ahí, su cuerpo postrado en una de las camas del sombrío y frío hospital inhaló la última bocanada de aire.

Fue el momento en que sus robustas manos soltaron las cuerdas que, por casi seis décadas, 58 años con exactitud, fueron sus fieles compañeras. De su corpulenta anatomía quedó un minúsculo cuerpo, pero al igual que la mitológica ave fénix, que a su muerte se consumía en el fuego para resurgir de entre sus cenizas, así renació y surgió la leyenda de “Juanote”.

Como muy pocos casos, Juan Herrera Vázquez, murió para seguir viviendo.

Se cuenta que en él encarnó la honestidad, responsabilidad, honradez, solidaridad y la cabalidad, que se acomodaron muy bien en ese cuerpo de 1.90 metros de estatura y casi 100 kilogramos de peso. Anatomía perfecta para el oficio de cargador, adornada con un inseparable sombrero de paja.

La escasa biografía sobre este icónico personaje le atribuye un don especial: de un simple vistazo podía distinguir, sin equivocarse, el bien y el mal de las personas.

En la década de los 30, la ciudad se perfilaba a la modernidad, no quería quedarse estancada a 106 años de haber sido elevada como capital de Veracruz, pero con pocas calles empedradas y por supuesto, sin servicio de mudanza.

Las personas que decidían mudarse contrataban los servicios de “Juanote”, que a los 12 años decidió dedicarse al mismo oficio de su padre. Además, formó un gremio de cargadores y portaba una placa con el número 13.

Incluso, le confiaban el acomodo de los muebles en la nueva casa. Sus recorridos a pie eran extenuantes, cargando en su espalda pesados muebles y hasta finísimos pianos de cola de la elite de aquella época. Y nunca sustrajo ni se quedó con ningún objeto valioso que la gente le confiaba.

Sus padres, Rogelio Herrera y Rosario Vázquez, campesinos del municipio de Tlapacoyan, emigraron a la capital del estado; “Juanote” vio la primera luz del día el 29 de abril de 1919 en una vieja casa de la calle Independencia número 9. Más tarde la familia se trasladan en la calle de Moctezuma, uno de los barrios populares de la ciudad.

58 años de su vida pasó entre cuerdas y pesados muebles en la espalda, viviendo modestamente hasta su muerte. Además, tenía el exquisito gusto por la música clásica y la poesía.

“Juanote” no sólo era un hombre trabajador en el centro de la ciudad de Xalapa, sino religiosamente todos los viernes de las temporadas de la Orquesta Sinfónica de Xalapa en el Teatro del Estado, estaba presente para disfrutar de los conciertos, su rostro siempre reflejaba su amor a la música clásica, cuenta el historiador Ángel Rafael Martínez Alarcón.

Poco antes de su fallecimiento y después de su deceso, el 22 de febrero de 1989, la Orquesta Sinfónica de Xalapa le dedicó algunos de sus conciertos a este singular personaje que siempre estuvo ligado con ella, pues logró entablar amistad con algunos de los músicos que intervinieron para que tuviera un lugar preferente y acceso gratuito a la sala. Incluso, la Orquesta tocó en su funeral.

Hoy, en la calle de Enríquez, en pleno corazón de la ciudad, justo en el mismo lugar donde se le podía encontrar para un servicio, luce una placa en alto relieve de este singular personaje que logró perpetuarse en la historia de la ciudad por su honesto modo de vivir.

Después de su muerte, la Orquesta Sinfónica de Xalapa ha ofrecido algunos conciertos a su memoria e incluso, en el 2022, el Ayuntamiento de Xalapa, en el Día de Muertos, colocó una ofrenda para “Juanote”.

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