Veracruz y el Fuego Olímpico

*Francia recibe este año sus terceros Juegos Olímpicos y es momento de recordar como el Fuego Olímpico llegó a México en 1968 por el puerto de Veracruz, donde se realizó un relevo que nunca antes se había visto

Katya López Cedillo

Veracruz, Ver.- Paris recibe sus terceros Juegos Olímpicos en 2024 (antes en 1900 y en 1924); sin embargo, ésta será la primera vez que la Ciudad Luz albergará el Fuego Olímpico.

El pasado 26 de abril Grecia entregó al Comité Organizador de los Juegos de Paris 2024 una la luz que ilumina la justa más importante en el mundo, cuyo calor brilló en México en 1968, año que tocó de nuestra en Veracruz y de allí se realizó un relevo que nunca antes se había visto.

Hace poco más de 55 años que el Fuego Olímpico llegó a nuestro país, después de 50 días de recorrido. El encendido se hizo el 23 de agosto en Atenas, a la usanza de la Grecia Antigua, con un espejo parabólico que reflejó los rayos del sol y así generó la flama.

La llama iluminó la unión entre dos de las civilizaciones más antiguas del mundo: la griega y la mesoamericana.

Desde ese día el fuego inició su recorrido: de Atenas y allí el primer relevista fue El primer portador fue el griego Paris Aivaliotis y entre más relevistas, la flama llegó a Olimpia. De allí el fuego llegó a Génova, Italia, lugar donde nació Cristóbal Colón y donde se hizo una ceremonia frente a su casa, pues en esa época se consideró agradecer su “descubrimiento” de América para así traer por primera vez los Juegos Olímpicos a nuestro continente.

El fuego visitó después tierras catalanas y de Barcelona se fue a Madrid, España, para entonces iniciar el viaje en barco, en la misma ruta que emprendió el viajero Colón: desde las Islas Canarias en Palos de las Palmas, hasta San Salvador, Bahamas, primer sitio al que arribó Colón, para luego dirigirse a tierras jarochas.

Y llegó un 6 de octubre al puerto de Veracruz, en el buque Durango y entonces se hizo el primer relevo acuático en la historia del Fuego Olímpico, pues al bajar del barco fue trasladado por 850 metros gracias a 17 nadadores (que coincidieron con la cantidad de estados costeros que tiene nuestro país) quienes acercaron la antorcha hasta el malecón, a donde llegó en manos de Eduardo Moreno Loyo, escoltado por las nadadoras Emma Rosas Cañas y María Eugenia Sarancho.

Así avanzó la llama por 178 kilómetros del estado, entre el Puerto, Xalapa, Córdoba y Orizaba, hasta que lo entregaron en Puebla.

El 11 de octubre llegó a Teotihuacán y ante 50 mil personas se hizo una ceremonia para unir a las culturas griegas y mexica.

Después de un recorrido de 23 mil 536 kilómetros, por cinco naciones, desde Grecia, Italia, España, Bahamas y México, de viajar de mano en mano por 2 mil 788 relevistas (360 de ellos griegos y 816 mexicanos), el Fuego llegó a la Ciudad de México la mañana del 12 de octubre y allí dio vida a dos pebeteros: uno se quedó en el Museo Nacional de Antropología y otro se trasladó a Acapulco, Guerrero, entidad sede de la vela; por cierto: los pebeteros que resguardaron el fuego olímpico eran similares a los que se usaron en el Imperio Mexica.

Es misma tarde, el fuego llegó al Estadio Olímpico de Ciudad Universitaria, donde la última relevista fue la velocista Enriqueta Basilio, quien encendió el pebetero olímpico en el extremo oriente del estadio y dio vida a una llama de 2.5 metros de alto que iluminó del 12 al 27 de octubre de 1968 los primeros Juegos Olímpicos realizados en América Latina.

Aunque Francia tuvo antes que México dos ediciones de Juegos Olímpicos, México tuvo antes que Francia el Fuego Olímpico, pues el concepto de encender esta llama se hizo por primera vez en la edición de Ámsterdam 1928 y para Berlín 1936 se diseñó el concepto de los relevos y así fue México el primer organizador de la justa que llevó la llama en una etapa en el mar.

 

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