El barbero de los Treinta Caballeros

*Durante más de seis décadas, el peluquero Miguel Ángel Herrera Silva se convirtió en un referente de la ciudad de Córdoba, por no sólo corta el cabello, sino que escucha a sus clientes y los hace sentir bien consigo mismos

Miguel Ángel Contreras Mauss

Córdoba, Ver.-  El destino de Miguel Ángel Herrera Silva fue moldeado por la habilidad de sus manos y la pasión por su oficio.

Con de 76 años encima, sumas más de seis décadas dedicado al arte de cortar cabello, un viaje que comenzó a temprana edad.

Sentado detrás de su sillón de cuero en una pequeña barbería en el corazón de de Córdoba, recuerda con nostalgia cómo comenzó su aventura y lo convirtió en ícono de la ciudad.

“Mi padre falleció cuando yo era joven, dejándome como el hombre de la casa junto a mis dos hermanas y mi madre”, dice con una mirada reflexiva. “Fue entonces cuando sentí la responsabilidad de aprender un oficio para mantener a mi familia”.

Conoció a Roberto Bicuña Ruiz, un experimentado barbero del barrio que vio el potencial en el joven Miguel Ángel. “Me enseñó los secretos del oficio, desde cómo sostener las tijeras hasta la importancia de la atención al detalle”.

Con el tiempo, se convirtió en un maestro en su propio derecho. Su habilidad con las tijeras y su calidez con los clientes le valieron una reputación en la comunidad de los Treinta Caballeros.

“No se trata solo de cortar cabello”, explica con una sonrisa. “Se trata de escuchar a la gente, de ser parte de sus vidas y de hacerlos sentir bien consigo mismos”.

A lo largo de los años, ha sido testigo de los cambios en la moda capilar, las tendencias que van y vienen, pero su pasión por su oficio nunca ha disminuido. “Cada corte es una obra de arte”, dice con orgullo. “Es un acto de creación, de transformación”.

Para Miguel Ángel, la barbería no es solo un lugar de trabajo, es un santuario donde las historias fluyen libremente. “He sido testigo de tantas cosas aquí”, dice con nostalgia. “Alegrías, tristezas, sueños compartidos. Es como una pequeña comunidad dentro de estas paredes”.

A sus 76 años, Miguel Ángel no muestra signos de desaceleración. A pesar de los años de trabajo arduo, su pasión por su oficio sigue siendo tan fuerte como siempre. “No puedo imaginar mi vida sin esto”, agrega con determinación. “Es lo que soy, lo que siempre he sido”.

Mientras corta el cabello de un hombre, muestra los utensilios con los que comenzó hace más de 66 años; unas tijeras y una rasuradora manual en buenas condiciones que lucen guardadas en un aparador. De uno de los cajones saca un viejo y desgastado cebillo de madera.

“Antes de morir mi padre llegó a la casa y me regaló un cajón de madera, en él contenía dos cepillo, pintura y grasas. Mi padre me dijo que cada que pudiera voleara los zapatos de los clientes y con el otro los sacudiera de los cabellos recién cortados”, narra.

Esos viejos utensilios aún los guarda consigo, no sólo como recuerdo de su padre, sino como una forma de recordar aquellas fuerzas que tomó de niño para salir adelante.

La tarde se desvanece y los últimos clientes salen de la barbería, Miguel Ángel se prepara para cerrar por el día. Cortar cabello va más allá de ganarse la vida; es su legado, su pasión, su propósito en la vida.

Y así sigue siendo una figura querida en su comunidad, un verdadero maestro en las tijeras, cuyo impacto perdurará mucho más allá de las cuatro paredes de su pequeña barbería.

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