El mausoleo de los jarochos inmortales

*En enero de 1896 fue la  primera vez que se realizó una sepultura en el Panteón Particular de Veracruz y desde entonces, los terrenos se convirtieron en el mausoleo de veracruzanos ilustres

Víctor M. Toriz

Veracruz, Ver.- A penas se cruza el umbral, la blancura pega de golpe a la vista, el sol deslumbra destellos en el mármol de las cúpulas, las figuras de ángeles, cruces y un obelisco que se dibuja a la distancia.

Entre las siluetas, en ocasiones, puede verse cruzar a las personas que esporádicamente visitan a los difuntos que descansan en el Panteón Particular de Veracruz; pero, casi siempre, el lugar parece un paisaje estático en el tiempo.

Cuando la vista se termina de aclarar, se pueden distinguir los tonos grises de las figuras discontinuas que forman las lápidas de lado a lado, en patrones rectos que se alinean de manera paralela a un pasillo que desde la puerta parece no tener fin.

El contraste es caprichoso en cada paso, lápidas pulverizadas por más de un siglo encima pueden compartir espacio con otras en el que los detalles en cerámica se muestran como espejo, reflejando los epitafios.

Arbustos secos, casi a ras de suelo, se mimetizan con flores y decoraciones desteñidas, mientras que en pequeños espacios frondosos y viejos árboles ofrecen un poco de sombre.

La primera vez que en se realizó una sepultura en este cementerio conocido como el Panteón Particular de Veracruz fue el 31 de enero 1896, según los registros del archivo histórico y los libros que se resguardan en la pequeña y lúgubre oficina de la administración.

Desde entonces, los terrenos se convirtieron en el mausoleo de veracruzanos ilustres, cuyos restos se mantienen resguardados en este lugar, en el que se ingresa sobre dos grandes arcos sostenidos por seis columnas de concreto y piedra de coral, con una cruz que se levanta sobre la fachada.

Entre las personalidades que descansan en el Panteón Particular de Veracruz se encuentran tres exgobernadores de Veracruz, Francisco Hernández y Hernández, Manuel Gutiérrez Zamora y Manuel Díaz Mirón, padre del poeta Salvador Díaz Mirón.

Descansan hombres ilustres, cuyos nombres pueden leerse no solo en las lápidas, sino también en las nomenclaturas de las calles del Centro Histórico de Veracruz, como Francisco Landero y Coss, así como Esteban Morales, maestros que descansan sobre tumbas que fueron edificadas como monumentos de mármol por sus alumnos.

Otro de los personajes que decidieron descansar en este cementerio fue Alejandro Sánchez, conocido como “El Pelón”, un zapatero que se convirtió en un mito viviente por robar a los invasores estadounidenses un costal de monedas de oro en la defensa de la ciudad de 1914 y que sirvieron para construir una escuela y el área de maternidad de la Cruz Roja.

“El Pelón”, en los últimos años de vida diseñó, su propia tumba, para la que compró talavera poblana que resguardó en su casa hasta el día de su muerte, en a que fue utilizada para cumplir su deseo.

La decisión de ocupar estos terrenos hace más de un siglo fue porque el lugar se encontraba en las afueras de la ciudad de Veracruz, pero la modernidad terminó por alcanzarlo y ahora se mimetiza como parte central del paisaje urbano en la porción sur del municipio.

Se localiza sobre la prolongación de la avenida Salvador Díaz Mirón, vialidad que paradójicamente lleva el nombre de un veracruzano que pidió ser enterrado en este lugar, pero que por sus aportaciones a la patria en el plano intelectual lo llevó a ser enterrado en la Glorieta de los Hombres Ilustres, en la Ciudad de México.

Fotos: José Juan García

 

 

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