Gran Café del Portal, memorias de Veracruz

*Sus colores sobrios como el gris, blanco y el café, los muebles antiguos, vieron pasar por años la historia del puerto de Veracruz

Ángel Cortés Romero

Veracruz, Ver.- Un portal trae del pasado la historia de toda una ciudad en medio del primer tintineo de la mañana. Con dos jarras en mano, un mesero vierte un chorro de leche sobre el café, cuyo aroma se queda hasta la noche.

El hombre de edad avanzada que pidió el café da un primer sorbo mientras observa desde el corredor de aquel portal cómo despierta la ciudad.

Desde el zócalo, aquella construcción tricentenario que aún conserva su aspecto de los años veinte, se deja ver imponente. Es una mirada a la historia de Veracruz.

Los portales de aquel edificio donde se tiene una mirada privilegiada hacia el corazón de la ciudad se distinguen, por su forma y tamaño, del resto de los que se mantienen firmes sobre un costado del corazón del puerto de Veracruz.

Aun con la modernización a la que fue sometida con los años, la construcción se resiste a abandonar el toque de antigüedad que la engalana desde que Don José Fernández y Fernández la adquirió en 1926.

Los colores sobrios como el gris, el blanco y el café, los muebles antiguos y las fotografías evocan los recuerdos del Veracruz del ayer que vivieron muchos de los hombres y mujeres que días y noches aún se reúnen en ella.

Miles de jarochos vieron pasar por años la historia del puerto de Veracruz desde el Gran Café del Portal, en la esquina de Independencia y Zamora.

Sus paredes son testigos de memorias no escritas. En aquellos portales desfilaron personajes históricos del mundo entero y se construyeron los episodios más emblemáticos del puerto en los últimos cien años.

Lo que comenzó como una dulcería en 1824 se convirtió en la cuna de las memorias de Veracruz y del país casi un siglo después cuando Don José Fernández llegó a Veracruz en su segundo viaje de España a América.

A partir de entonces, el Gran Café del Portal se convirtió en la parada obligada de viajeros, personajes políticos, artistas, cantantes y actores.

Fue ahí cuando sentado en la primera mesa del café y acompañado de un libro de José Martí, en 1956, un joven Fidel Castro probó el café veracruzano antes de iniciar la revolución.

Ahí fue también donde nació el café lechero que los operadores de las rutas del extinto tranvía pedían a través del ruido de la campana que hoy se emula con el tintineo de una cuchara sobre un vaso de vidrio.

El Gran Café del Portal también es ejemplo de la gastronomía de la veracruzana: ahí se disfruta de una bomba con frijoles, una champola, un club sándwich con papas fritas y hasta una mojarra muy al estilo jarocho.

Historia y gastronomía se mezclan con la riqueza cultural y musical del puerto. Adentro suena “La Bruja” mientras las jarochas bailan con una veladora en la cabeza o zapatean “El Colás”.

Afuera, los integrantes de “La Voz de Chiapas” amenizan las mañanas y las noches al ritmo de marimba con las canciones de Agustín Lara y a veces “Juguito de Piña” y alguna que otra cumbia.

En aquellas mesas y sillas de estilo sobrio y antiguo, entre el correteo de los meseros, todavía alcanzan a reunirse los “cafetómanos” que crecieron viendo la cotidianidad del puerto desde aquel portal.

Se saludan, se abrazan y sueltan risas a carcajadas. Algunos toman el café solo mientras les bolean sus zapatos.  Otros solo ven pasar a la gente frente a La Parroquia de la Asunción o más allá, en el zócalo. Así transcurren las tertulias en El Gran Café del Portal, alma e ícono de Veracruz.

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