Papantla, cobijo de ardillas

*En el parque principal, en el corazón del pueblo totonaco, niños, jóvenes y adultos disfrutan de las nieves, raspados, cacahuates, esquites y de docenas de carismáticos roedores

Édgar Escamilla

Papantla, Ver.. Custodiado desde lo alto por el gigante Volador, obra del maestro Teodoro Cano, el parque Israel C. Téllez, sigue conservando desde hace 135 años la magia del corazón del pueblo totonaco.

Fue y sigue siendo un lugar de encuentro de familias, enamorados y fauna que ha aprendido a convivir con los humanos. Todos los días, niños, jóvenes y adultos, aprovechan la sombra del follaje para disfrutar del aire fresco, especialmente en temporada de calores. La nieve, raspados, cacahuates y esquites son la delicia de propios y extraños.

Muy cerca y con sigilo, son observados por las ardillas, grises, de vientre rojo o negras. Estos pequeños roedores se han acostumbrado tanto a la presencia humana, que se acercan para que les conviden de sus alimentos, convirtiéndose en un atractivo más del parque.

También se pueden observar las parvadas de pichones que bajan cautelosos a comer las migas que les arrojan al suelo los visitantes, saliendo despavoridas cuando algún inocente infante trata de tomarlas.

Es tal la simbiosis que se ha generado en este lugar, que su alimentación fue motivo de preocupación durante la pandemia por coronavirus. Sin visitas, el suministro de cacahuates y elotes estaba en peligro; sin embargo, los pequeños vecinos invasores, encontraron la manera de subsistir con lo que hallaban de manera natural en el parque, hasta que este año se volvió a permitir el acceso.

Con el flujo de visitantes, la vida en el Israel C. Téllez volvió a su ajetreada cotidianidad; las palomas y las ardillas volvieron a revolotear por todas partes y los niños siguieron correteándolas, tratando de atraparlas, a cambio de un cacahuate.

Su construcción data del año de 1886, cuando recibió el nombre del general “Juan de la Luz Enríquez”, ex gobernador de Veracruz. Ya en el México revolucionario, las autoridades decidieron nombrarlo Francisco I. Madero, en honor al ex presidente y prócer del movimiento armado.

Los registros indican que fue reconstruido en 1924, pero no fue sino hasta el año de 1945 cuando fue remodelado en su totalidad. Al pie de la parroquia de “Nuestra Señora de la Asunción”, se encuentra el famoso “Mural a la Cultura Totonaca”, tal vez la obra más emblemática del maestro Teodoro Cano.

Al centro y confluyendo hacia él todos los andadores, se encuentra un quiosco embellecido con el mural “La Destrucción del Hombre”, pintado en 1977 también por Teodoro Cano y por Oscar Granillo.

En una de sus jardineras la escultura “El Regreso de la Milpa”, que representa a una familia totonaca volviendo a casa después de su jornal. Fue realizada en 1980 por el maestro Masaru Goyi. En la última remodelación, ya como Pueblo Mágico, se agregaron las letras de Papantla.

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