Los títeres dan vida a Lorenzo Portillo

Por Patricia Rodríguez

Xalapa, Ver.-Desde joven, Lorenzo Portillo Armendáriz conectó con los títeres. Hasta ahora le apasiona descubrir sus límites y posibilidades, pero también el reto de “moverlos” cuando no quieren, cuando se voltean y se zafan… Cuando cobran vida.

Maneja marionetas de hilo, guiñol, de cachiporra, mojigangas, técnicas de sombra, pero el títere de mesa es el que más le gusta porque tiene una conexión corporal con el titiritero, con el cuerpo del muñeco. Es “como una danza”, dice.

“La parte más difícil es cuando hay títeres que no se quieren dejar manejar por ti. Mucha gente dice ´los mueven como si fuera títeres´, pero los títeres a veces no se dejan. Yo tengo un espectáculo de pura marioneta de hilos que los preparo en la percha en su orden y cuando salgo están enredados, se me voltean, se me zafan, no voltean a dónde yo quiero, hacen lo que se les da la gana.

Tiene dos décadas en el teatro de títeres para diferentes públicos, de todas las edades, pero apenas confiesa que no se siente “cómodo” haciendo espectáculos para adultos. Aunque se  lo toma muy en serio y algunos trabajos han tenido muy buenos resultados, siente que falla en “algo”. Lo suyo son las presentaciones para niños.

“No me siento tan cómodo con el teatro de títeres para adultos, no se lo había dicho a nadie. Casi no me gusta y tenemos trabajos donde hemos tenido muy buen resultado, pero no me siento tan cómodo”.

El público más difícil,  sin pensarlo responde: los adultos.  En la sala los primeros que se entregan son los niños, asegura.

“Ahora cada vez hay más caras iluminadas, pero no por asombro sino por la pantalla de un celular. Habrá una época de poca sociabilización y hacer tú vida a través de un teléfono, pero nosotros apostamos a lo contrario, a que vengan y se encuentren con otras personas en un momento único”, define.

Foto: Identidad Veracruz

-¿Cómo te sientes estando en el escenario?

-Se me olvida todo, incluso la obra. Entró y no sé ni dónde estoy. Siento emoción pero sobre todo siento agradecimiento porque no cualquiera tiene la oportunidad de trabajar en lo que quiere. Toco el piso y digo: muchas gracias.  20 minutos antes de salir estoy muy nervioso, se me caen las cosas…pero sobre todo agradecimiento.

-¿Alguien de tú familia se ha dedicado al arte, al teatro?

-Nadie, soy la oveja negra de la familia, incluso mi familia todavía no entiende exactamente qué es lo que hago y no lo van a entender. Es una forma de vida, una decisión que se tiene que tomar.

 

La conexión con los títeres

Originario de Chihuahua, Chihuahua, Lorenzo hizo la preparatoria en su ciudad natal, en el área de Humanidades, donde se hacia una especialidad en el Teatro. Ahí se encaminó en la actuación.

En ese momento, Bellas Artes tenía un proyecto itinerante que era una colección recuperada de títeres que habían pertenecido  a la compañía de autómatas más reconocida en toda Latinoamérica, cuando se popularizó el teatro para títeres en México.

“Hicieron una colección de esas marionetas y pusieron un museo itinerante, recorrió varios estados de la República”, dice y comenta  que junto con David Aarón Estrada ( su compañero de proyectos) eran los encargados de dar las visitas guiadas y en ese trabajo conectó con los títeres.

Después se incorporó con un grupo que se llama el Tenderete (que esta cumpliendo 30 años), con ellos pudo conocer lo que era el teatro en escena. Después se trasladó a Xalapa a estudiar la carrera de Teatro en la Facultad de Artes de la Universidad Veracruzana y trabajó por más de cinco años con Carlos Converso, uno de los titiriteros y referentes más importantes en México.

Foto: Identidad Veracruz

Con su maestro, fundaron el colectivo de Centro de Estudios en el Arte de los Títeres. “Yo ya tenía la idea de formar una escuela y empecé a hacer muchos títeres. En el 2000 nace el grupo Merequetengue”, explica.

Lleva 18 años ya radicando en Xalapa y se decidió quedarse porque en Chihuahua no había espacios para hacer carrera artística; “es una ciudad industrial, llena de pavimento, la gente solo trabaja”.

La capital veracruzana y su movimiento cultural y artístico lo atrapó. Hace casi dos décadas era común, cuenta,  caminar por el centro y encontrarse a Emilio Carballido y en la acera de enfrente a Sergio Pitol, pero también a un Hugo Argüelles, a Francisco Beverido y Abraham Oceransky.

“Además hay que viajar. Yo siento que cuando te mueves de un punto haces que tú espíritu se avive. Llegué a Veracruz y me encantó su riqueza, su cultura, su diversidad y conservación… Decidí quedarme, ya soy más veracruzano que chihuahuense”, comenta.

Foto: Identidad Veracruz

El teatro, afirma, es efímero, no es cuantitativo.  Los gobiernos quieren ponerles números a las artes, pero eso no es posible, insiste.  Pero el espectáculo teatral te permite cambiar los entornos de las personas como lo hizo con 200 reclusas del penal de Topo Chico, en Monterrey.

“Fue para mi algo que nunca voy a olvidar, salir al escenario en el patio del reclusorio femenil, rodeado de personas que están ahí por cuestiones circunstanciales o por malas decisiones. Salir a actuar con una comedia, hacer reír en ese espacio, fue de las cosas más difíciles. Mientras estaba actuando me sentía junto con ellas”, recuerda.

La apuesta del titiritero es a largo plazo, a cambiar de inicio miradas y experiencias, a que se trasladen por un momento de lugar, pero después a transformar la forma de socializar y observar el arte.

Compartir: