La arquitectura del mar

*Unas estructuras de concreto con formas lineales y cuadradas contrastan con el vaivén del mar y las ondulaciones del agua meciéndose, una postal que hipnotiza a cualquiera en el bulevar del puerto de Veracruz

Diana Rojas

Veracruz, Ver.- La perfección de líneas creadas por el hombre y la pureza de la naturaleza en una combinación arquitectónica perfecta.

A un costado de una línea imaginaria, el vaivén del mar, con las ondulaciones del agua meciéndose y la espuma marina rompiéndose en mil pedazos; en el otro extremo, cemento con formas lineales y cuadradas, asfalto con subidas y bajadas, en tonos grises.

Sobre el mítico bulevar Manuel Ávila Camacho, el paisaje de cemento y la mar, refleja vistas alucinantes, crea sentimientos para el viajero y el lugareño. Paisajes que valen la pena capturar no solo en la memoria, sino en el corazón.

Su buena distribución de elementos hace que por donde quiera que se busque, aparezca un ángulo perfecto. La Plaza del Migrante, un parque arquitectónico con subidas y bajadas grises, con asientos son duros, jardineras cuadradas con palmeras. Todo es liso.  Aquí se encuentran unas casetas en forma de cubos a manera de bancas, justo a la orilla del mar.

Se escuchan risas cerca de las casetas, más de uno se toma una foto y se encuadra ahí; muchos de ellos van y se resguardando el sol. Las casetas carentes de todo ánimo, pero forman un santuario para quienes no desean ser interrumpidos y solo quieren pasar tiempo a solas o conversando.

No solo en plaza del Migrante, hay otras siguiendo el bulevar en la zona de las escolleras, todas a pie de mar.  Se puede sentir un sutil fresco del aire conforme avanza la tarde, las risas de las personas animadas dentro de esas paredes, una pequeña isla, una caseta que da privacidad a aquellos que se sientan a mirar el paisaje a contarse historias.

Ahora están llenas de color gracias a los grafitis, firmas personales con aerosol, evidencia de que muchos visitantes pasaron por aquí.  Hay algo relajante que solo el mar te da que es la tranquilidad y embelesamiento, es difícil pasar frente a una de las casetas y encontrar alguna vacía.

El camino que se extiende varios metros está rodeado de experiencias en las que los sentidos se deleitan, sea el olfato con los triciclos de esquite, el tacto con la brisa fresca del mar, el oído por el sonido de las olas rompiendo en las rocas de las escolleras, y por su puesto la vista con el infinito paisaje del mar.

Se encuentra personas caminando, parejas y curiosos turistas extranjeros animados, impetuosos ríen y bromean, unos lugareños se acercan para pescar, algunos utilizan estas casetas para refugiarse del sol mientras esperan tener suerte y sacar algo del mar con su pesca ocasional.

Cuando se esconde el sol, las personas llegan, se escuchan todos los sonidos marinos a la distancia, gaviotas y olas rompiendo en la orilla.

Un boulevard donde los relieves y las pendientes son de cemento, un arte visual arquitectónico para los que visitan, también para los amantes del skate, del patinaje y bicicleta tienen aquí su parque de diversiones.

Cuando se acerca el ocaso, una bruma ligera comienza a inundar la zona costera, eso no detiene a los que pasean y hasta altas horas de la madrugada personas dentro de las casetas, un refugio frente al mar.

 

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