*El bullicioso zócalo del Pueblo Mágico de Coatepec, repleto de puestos de churros, helados y papas y de cientos de personas que pasean, jamás logra sobresaltar a la parroquia de San Jerónimo, cuya obra se remonta al año de 1684
Carolina Miranda
Coatepec, Ver.- El trinar de las aves que se pasean alegres en la copa de los árboles, irrumpe con dulzura a las afueras de una estructura religiosa de un pasado español que hoy es un emblema de un pueblo cafetalero.
Los pajarillos atraviesan los cielos y evaden con maestría la torre de la iglesia de San Jerónimo fundada por los frailes franciscanos en el antiguo Paso de Cortés, una ruta que permitía viajar de la Vera Cruz al centro de lo que era la nación azteca.
La paz y tranquilidad que se vive alrededor y en su interior jamás se ve interrumpida a pesar del bullicioso zócalo, repleto de puestos de churros, helados y papas y de cientos de personas que pasean cada día y fin de semana.
Sus colores vibrantes en amarillo y rojo hacen inevitable voltear a verla, luciendo orgullosa en el corazón del Pueblo Mágico de Coatepec, ese de una estirpe cafetalera orgullo de Veracruz.
La construcción, de estilo ecléctico, con rasgos de distintas culturas y estilos, se remonta –según los historiadores- al año de 1684 y es atribuida a un albañil de la localidad llamado Claudio.
Hay quienes aseguran que el maestro de la cuchara imprimió su sello principal al rematar el arco de la puerta lateral con una especie de fauces de una serpiente, como una forma de rendir tributo a la cueva en la que vivió San Jerónimo en Belén.
Y como en todo el mundo, este pueblo se viste de gala en septiembre, cuando le rinden tributo al llamado Doctor de la Iglesia que dedicó toda su vida al servicio de la Palabra de Dios. Y lo hacen desde su iglesia.
El orgullo de esta región cafetalera fue terminada totalmente en 1806, año en que logró esas bóvedas, arcos y capillas adyacentes que enamoran por su sencillez y que permiten sumirse en la tranquilidad de una fe.
