La Diana Cazadora: ¿dónde quedó su flecha?

Aníbal Santiago

Ciudad de México (CDMX).- Desnuda, sin el más ligero paño que la cubra, a la Diana Cazadora le empapa los muslos el agua que en chorros se eleva abundante desde el gran estanque y otras dos pilas acuáticas de Paseo de la Reforma. Apoyada la rodilla izquierda en un montículo de piedra, sostiene su peso con la pierna derecha: extendida, firme, poderosa. Su torso, alargado, con la espalda arqueada, alza los senos. Y entonces sí, lo esencial: su extendido brazo izquierdo sostiene el arco inmóvil, y el derecho -el que debía sostener la flecha- se estira pero ya sin flecha.

Es real, sin flecha. Para ser claros: entre el arco y la mano que dispara no hay nada. Solo aire con rocío. ¿Cómo es que jamás nos preguntamos dónde quedó la flecha del bronce más sensual de la Ciudad de México? ¿Dónde se encuentra la flecha cuya ausencia revela que, lanzada por Diana, partió de esta fuente de la capital para luego surcar a toda velocidad nuestro cielo?

De la Fuente de la Diana Cazadora, hoy rodeada de rascacielos, lo sabemos todo. O casi. Sabemos, por ejemplo, que hace más de 80 años un alto funcionario de Pemex, Vicente Mendiola, tenía una hermosa secretaria de 18 años, Helvia Martínez Verdayes. No le bastaba verla; la quería eternizada en metal. La persuadió para que posara desnuda en el taller del escultor Juan Olaguíbel y representara a Diana, la encantadora diosa romana de la caza. Sin un peso a cambio, ella aceptó; solo pidió que su nombre jamás se revelara: no quería que México la viera desnuda para siempre en versión mineral.

Su jefe movió palancas políticas para que la escultura ocupara la más señorial avenida del país, el Paseo de la Reforma. El 10 de octubre de 1942 el presidente Manuel Ávila Camacho inauguró la Fuente de la Flechadora de las Estrellas del Norte (como originalmente se llamó), escultura cazadora de luceros celestiales. Por presiones de la escandalizada Liga de la Derecha, se la cubrió un tiempo con una pantaleta de bronce fijada en tres puntos a su cadera. No fuera a despertar el deseo de los (¿las?) capitalinos la hermosa figura de dos toneladas.

Todo eso se supo siempre. ¿Pero y la flecha? Pasados 81 años de oscurantismo, hemos descubierto su destino. Y no, la flecha no se clavó en el cuello de un jabalí, ni en el lomo de un ciervo, ni en el costillar de una liebre que corría feliz en el Bosque de Chapultepec. Tampoco, cosa que hubiera sido hermosa, la flecha se incrustó ni derrumbó a Alfa Lyrae, Polaris, Altair o cualquier otra estrella visible desde el hemisferio norte, como era su misión inicial. Su último destino fue más prosaico, menos poético y nada astronómico, pero eso sí, más sabroso: la taquería-cantina Salón Corona, fundada en 1928. La flecha ahí está, encajada en la fachada taquera de la esquina de Paseo de la Reforma y Río Misisipi. Es decir, a la pobre Diana le falló por mucho la puntería, pues la flecha no viajó ni 50 metros desde su punto de partida, lo alto de la fuente.

¿Qué ha quedado de la flecha? Todo, absolutamente. Describamos la anatomía impoluta que podemos apreciar con solo bajar en Metro Sevilla y caminar unas cuadras. Ahí están el nock: la muesca en la parte posterior que se enlaza con la cuerda del arco. Las plumas estabilizadoras y timoneras: le dan equilibrio y dirección. El astil: el cuerpo de la flecha. El inserto: piecita que atornilla la punta al astil. Y claro, la punta: el vértice afilado que penetra ya sea en animal, estrella o, desde luego, persona.

Sus íntegros componentes están ahí, a la vista, junto al Salón Corona, que si no andas en muy buena época te ofrece dos tostadas de tinga más agua de sabor por 69 pesos. Los afamados taqueros, suertudos de que a unos metros de su trompo de pastor se incrustara la histórica arma arrojadiza, instalaron arriba de la flecha una cámara de vigilancia, un foquito que por las noches la alumbra y, abajo, un cartel discreto que informa: “La flecha de la Diana Cazadora. Se creía perdida y solo estaba escondida, reservando su buena suerte a quien su deseo aquí pida”.

Por eso visítala, prueba un delicioso, mítico y exótico taco de pulpo en su tinta, bebe una helada cerveza de barril y mira detenidamente la flecha de la Diana Cazadora. Menos mal que a la diosa le falló la puntería; de no haber sido así, no le podrías pedir a la flecha ningún deseo ni mejorar tu vida si se te cumple.

 

 

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