El Volador Solitario

*Carlos Francisco nació en una tierra de aromática vainilla, de negritos, moros, españoles y guaguas; ataviado como hombre-pájaro recorre la ciudad de Xalapa vendiendo sus artesanías totonacas

Javier Salas Hernández

Xalapa, Ver.- Un volador solitario que pertenece a una estirpe milenaria de intrépidos hombres-pájaro, herederos y guardianes de una tradición prehispánica que ha traspasado las fronteras.

Nació el 20 de diciembre de 1975 para preservar las danzas tradicionales de la región del Totonacapan: la Ceremonia Ritual de los Voladores de Papantla, declarada en 2009 por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

Viene de una tierra de aromática vainilla, de voladores, negritos, moros, españoles y guaguas y, como muchos de su estirpe, forma parte de la Organización de Voladores y Danzantes de Papantla.

Lejos de su terruño, pero como si estuviera parado sobre él, Carlos Francisco Castaño Santiago debe pedir permiso a la madre tierra para vestirse, porque no se trata de cualquier vestuario, no es cualquier prenda, no es un pantalón de mezclilla que en ocasiones nos ponemos sin planchar.  Es el auténtico atuendo que se utiliza para ejecutar la Ceremonia Ritual de los Voladores de Papantla, en la que también se tiene que permiso a la madre tierra para ejecutarla.

Frecuentemente acude al céntrico portal de la avenida Enríquez, frente al Parque Juárez de la capital veracruzana, no para subir al techo de un edificio o escalar un poste de luz para tirarse, sino a vender productos artesanales.

Con esa actividad comercial, logró costear la Licenciatura en Contaduría, estudios que recientemente concluyó y que ahora debe sufragar los gastos de la titulación. No olvida ningún detalle, desde el pañuelo en la cabeza hasta los impecables botines negros que lucen radiantes, con ese brillo que deslumbra cual reflejo del sol sobre un espejo.

Curiosos y turistas se acercan a comprar sus productos, pero con la condición de que explique el significado del atuendo.  Les cuenta que la ceremonia sagrada de los Voladores de Papantla nació porque hubo una gran sequía en los tiempos del pueblo totonaca y fue necesario hacer una ofrenda a los dioses para que permitieran la lluvia.

Explica que los danzantes oraban desde el punto más alto para que los dioses escucharan sus plegarias, así un día fueron llevados al cielo y después de un tiempo regresaron volando como aves.

Todo danzante debe portar un gorro de tela roja, en forma cónica con un penacho multicolor que simboliza a un quetzal y los rayos solares del astro. Asimismo, esta especie de boina lleva un tocado adornado con flores, que representan la fertilidad en la tierra terrenal, y espejo redondo que figuran al sol, mientras que, en la parte trasera, a la altura superior de la nuca, deben caer largos listones de colores que simulan al arcoíris que se forman después de la caída de la lluvia, aunque también significa que el volador ya experimento su primer salto del mástil de 30 metros de alto. La camisola de manta blanca refleja la pureza de la naturaleza misma.

Carlos Francisco se dice orgulloso de ser totonaco y ser uno de los guardianes de esta ceremonia prehispánica que se ha transmitido de generación en generación y que está dispuesto, algún día de enseñar a su primogénito.

 

 

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