Arte caprichoso de la naturaleza

*Bajo la inspiración del río Los Pescados y la naturaleza que emana de las montañas, el artesano Antonio Martínez convierte troncos viejos y abandonados en verdaderas obras de arte

Gisela Uscanga

Jalcomulco, Ver.- Entre las barrancas accidentadas  y el río Los Pescados que atraviesa la región, habita Antonio Martínez Jiménez, un artesano autodiacta que sorprende por sus obras.

Los cientos de árboles de mangos y palmeras de coco, los conejos, zorras, tuzas, tejones y reptiles que habitan el bosque mediano y subtropical de la esa región central de Veracruz, son la fuente de inspiración del arte que crea don Antonio.

Don Antonio, nativo de Jalcomulco, un pequeño pueblo fundado en 1825 que en náhuatl significa “en el rincón de la arena”, ha dedicado los últimos 19 años de su vida a elaborar bellas artesanías a partir de las formas caprichosas de troncos, ramas, corrigüela, vejucos, calabazos, entre otros.

A Martín nadie le enseñó a realizar las máscaras ni los güiros, que sirven de pantallas para lámparas e instrumentos musical.

En sus recorridos y caminatas que realiza a orilla del río o entre los altos y accidentados barrancos, a su paso encuentra pedazos de troncos muertos y retorcidos, que si bien a la vista de otros yacen muertos, a sus ojos cobran vida.

“Donde yo salga y veo algo que me gusta, lo traigo y lo hacemos figura. De la propia corrigüela, donde hacen los pajaritos sus nidos, hago figuras, también güiros que se ocupan para pantalla de foco al igual que para música”, explica.

“Nada más hay que tener ideas”, comenta emocionado. Lo único que siembra es el calabazo, donde surgen enormes y alargadas cantimploras para mantener el agua fresca.

Al terminar sus obras, no hay más que satisfacción y alegría que ver a ese tronco olvidado en el suelo, bajo los inclementes rayos de sol, convertido en figuras caprichosas: un anciano con bastón o una boca enorme por donde salen más figuras surrealistas.

Sus utensilios son muy básicos: un cuchillo y una lija, pero los más importantes son su imaginación y sus manos que hacen realidad esa idea que deambula por su mente; piezas únicas e irrepetibles, a pesar de los precios módicos en que las vende al público, van desde 150 hasta 350 pesos.

Don Antonio sabe el valor de la naturaleza, de ella se inspira y vive, por ello la importancia de la reforestación para que el río La Antigua siempre tenga agua y los calores sean soportables.

 

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