Acamalín, cápsula del tiempo de Xico

*Los recuerdos de décadas preservados en “Derivados Acamalín”, más que una tienda un museo del Pueblo Mágico de Xico, arropan a Lilu, una mujer alegre, platicadora, sincera que sabe de memoria las fórmulas de los ricos licores verde, morita, café y los toritos de sabores. Adentrarse al lugar es sumergirse a un mundo fascinante

Édgar Ávila Pérez

Xico, Ver.- Un microcosmos se abre como un abanico. Poner un pie dentro de ese pequeño espacio semioscuro, es adentrarse a un mundo fascinante, un mundo –aunque parezca un cliché periodístico- de sensaciones: olores, sabores, colores y recuerdos.

En ese mágico universo aparecen docenas de botellas antiguas, como aquellas de los abuelos, con líquidos de colores conocidos: naranja, verde, morado, rosa, amarillo, café y blanco… que, convertidos en sabores, se perciben a naranja, morita, pistache, guanábana, fresa, cacahuate e infusiones de hierbas, todos con un toque de aguardiente.

Enredaderas de hojas y racimos de uvas de plástico envuelven en un aura a figuras de santos religiosos, añejas lámparas de queroseno y un sinfín de artesanías de materias tan disímiles como el mimbre, madera, hilos, chaquiras, piedra y hasta latón.

Una campana de hierro, parecida a la usada por sacerdotes, y un reloj Colonia Clock, una réplica del original de 1870, acompañan docenas de fotografías donde aparece Dolores Fuentes, conocida en el pueblo como Lilu, en sitios del mundo y con personajes del arte, la cultura y la política.

Los recuerdos de décadas preservados en “Derivados Acamalín”, que más que una tienda es un museo del Pueblo Mágico de Xico, arropan a Lilu, una mujer alegre, platicadora, sincera y una enciclopedia viviente de su pueblo, sus brebajes y del orbe que disfrutó y disfruta.

-Mi hijos -dice en tono de queja alegre- quieren que modernice el lugar, pero ni loca, ¡eso es lo bonito!, expresa. Habla de todos los temas, distingue la playera de Checo Pérez y describe sus carreras, revive sus pasos por la vieja Francia, rememora sus amistades y siempre, invariablemente, charla sobre el licor verde, de morita y café, típicos de la región montañosa, así como de los toritos, venidos de la costa de Boca del Río.

Con un bastón en mano y su memoria intacta, evoca al sacerdote que creó hace más de cien años el licor verde, esa infusión de yerbas cuya receta sabe de memoria y recuerda con alegría cómo su madre se la heredó, al igual que la fórmula del Licor de Morita, emblema de la fiesta en honor a la Santa María Magdalena, patrona del pueblo.

-Tú crees que les cuento esto porque me llena de alegría: mi mamá  estuvo eternamente enamorada de su marido y mi padre fue un gran gourmet, siempre andaba con su jamón serrano, su queso de bola y su botella de vino tinto. Comía como un rico aquí en Xico y mi mamá se esmeraba para cocinarle lo mejor de la comida.

Va de una anécdota a otra, habla de sus hijos profesionistas, de su yerno fallecido, de su padre y madre; de Xico, de su fiesta en honor a María Magdalena, con la danza del cencerro, sus mágicos tapetes multicolores de aserrín y su poco gustada xiqueñada, esa suelta de toros de lidia que embisten a los beodos atascados de licor de morita.

Como sus padres, Lilu vive intensamente la vida que le tocó, aún atiende uno de los comercios emblemas de Xico, una población con profundas raíces indígenas y españolas; conversa con vecinos, amigos y cualquier extraño que entre a su museo viviente.

-Feliz con esta vida que tengo, dice, como si fuera necesario que lo declarase, cuando sólo basta adentrarse a “Derivados Acamalín” para ver su plenitud.

 

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