Izúcar, el pueblo que amasa la vida 

De manera autodidacta, sus habitantes aprendieron a amasar el barro  prehispánico y formar figurillas con una perfección única que les ha valido un reconocimiento internacional
Por Óscar Sánchez
Izúcar de Matamoros, Puebla. -En el corazón de la mixteca poblana, un puñado de hombres, mujeres y niños forman un ejército de artesanos que le rinden tributo a la vida.

Las manos de los habitantes del municipio de Izúcar de Matamoros amasan el barro como lo hicieron sus antepasados, pero lo hacen dándole un toque de arte único en el mundo.

De manera autodidacta, aprendieron a amasar el barro  prehispánico y formar figurillas con una perfección única que les ha valido un reconocimiento internacional.

Desde aquí, con colores brillantes dan vida a figurillas para ser colocados en árboles con hojas con esqueleto de barro cocido a fuego lento.

El Árbol de la Vida es su máxima expresión. Ahí plasman  pasajes bíblicos, hasta construcción de historias personales y de una ciudad y un país.

En once talleres de barro policromado, los artesanos  imprimen su propio estilo y su propio corazón en cada pieza que llega a hogares, colecciones privadas  y hasta a los museos más importantes del mundo.

La familia Castillo Orta, fue una de las iniciadoras del arte con barro y con el paso de los años evolucionó hasta crear cráneos de fuego, catrinas, ángeles, demonios y una legión de personajes mundanos, de ultratumba y mitológicos.

Alfonso, el patriarca fallecido y su esposa Martha y sus hijos Verónica, Poncho, Paty, Marco y Martha Angélica crean obras de barro policromado que han viajado a todo el mundo.

Francia, Alemania, Japón, España, Dinamarca, Brasil, Estados Unidos y México son el hogar de las piezas surgidas de la. Mixteca.

“Cada pieza lleva una parte de nosotros, llevan una parte de la historia, una parte de nuestro corazón”, dice Soledad Martha Hernández de Castillo, la matriarca

Esa parte de su ser les hizo acreedores al Premio Unesco de las Artesanías La Habana Cuba (1995), Premio Nacional de Ciencias y Artes de México (1996) y Nea National Endowment For The Arts (2013).

“El colorido, las grecas, todo me parece una cosa increíble”, manifestó Soledad, quien mantiene en pie el taller.

No son los únicos. En una colonia de la periferia,  Élfego Crescencio Vázquez, un hombre nominado al Premio Nacional de Artes gracias a que sus manos tocan el barro y le dan forma, vida, color, textura.

En  el Barrio de Los Reyes, en  dos hornos el Árbol de la vida se transforma  en vasijas con la filosofía indígena y en un  Árbol de Apoala, una historia mixteca de creación de vida.

Foto: Cortesía Elfego

En el Códice Vindobonensis o Códice Yuta Tnoho, un documento pictográfico elaborado en la época prehispánica por los mixtecos, descubrió -en uno de sus 52 escritos- un árbol con figura de mujer que representaba la fertilidad, a la cual hizo suya cual amante amasando la tierra.

El hombre de 55 años nació en una tierra donde amasar el barro es una tradición familiar, su primera incursión fue a los 13 para buscar dinero y comer y desde ahí nadie lo detuvo.

Foto: Cortesía Elfego
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