Museo del Bonsái al natural

Por Miguel Ángel Contreras Mauss

Fortín, Ver.- Ahuehuetes, laureles, hules, olivos, juníperos, olmos chinos, maples, fresnos, piracantos, palo dulce, bougainvilleas, eleagnus, pino negro, mejorana y pinos, son algunas de las especies que forman parte de la colección de más de 800 árboles de 120 especies-algunos de ellos de más de 500 años- que se encuentran expuestos en el Museo del Bonsái de Tatsugoro Matsumoto, catalogado primero en su especie de toda Latinoamérica.

Tatsugoro Matsumoto fue jardinero imperial en Tokio, Japón, estudió el antiguo arte de la jardinería japonesa reconocida desde la era Muromachi (1336-1573) cuando el gusto por los jardines, los arreglos de flores y la llamada ceremonia del té hizo que mucha gente se especializara en estas artes.

El gobierno de Japón le pidió venir a México, para e se entonces la Colonia Roma se encontraba en su apogeo y era de los barrios más elegantes y el preferido de los nuevos ricos. La mayoría de las casas eran muy grandes y tenían una extensión de jardín en la que surgió la necesidad de tener a alguien encargado de cuidarlos.

Matsumoto, sin duda, era el indicado para diseñar y cuidar los jardines de las residencias elegantes de todo el barrio pues más que un jardinero, era como algo semejante a un arquitecto paisajista.

Su increíble trabajo comenzó a crearle fama, tanta que llegó a los oídos del presidente Porfirio Díaz (1876-1911) quien le pediría que se hiciera cargo tanto de los arreglos florales de la residencia presidencial, instalada en el Castillo de Chapultepec, como del mismo bosque que rodeaba el enorme castillo.

Sin embargo, fue hasta 1910 al celebrarse el primer acontecimiento de la independencia, el gobierno de Díaz invitó a varios gobiernos, entre ellos al de Japón quien patrocinó una importante exposición de productos japoneses en el “Palacio de Cristal” que hoy se conoce como el Museo del Chopo. A un costado del palacio, Matsumoto montó un jardín con un pequeño lago artificial.

Matsumoto jamás regresó a Japón se quedó en la Ciudad de México hasta 1955, el año que murió a los 94 años de edad.

A raíz de eso, Miguel Ros Sánchez, decidió fundar el museo del Bonsái “Tatsugoro Matsumoto”, el cual abrió sus puertas al público el 11 de octubre de 2008.

En un espacio de por lo menos mil 500 metros cuadrados, entre jardines, fuentes y cascadas de estilo oriental se encuentra un vivero madre o depósito en el que unas siete personas del taller curan a los árboles enfermos o en proceso de transformación.

.La mayoría los adquirió porque le gustaron, algunos fueron regalos y otros fueron diseñados por verdaderos maestros.

“Los feos o mal hechos, seguramente los hice yo y merecen el mismo respeto. Todos son como mis hijos”, dice a carcajadas.

La idea del museo, recuerda, nació hace 38 años, cuando su hija tuvo su primer bebé y sembró una semilla del árbol jacaranda. “A partir de ese momento, empecé a interesarme en ellos. Otra de mis hijas me regaló en Navidad un libro sobre el bonsái y comencé a buscar árboles, así como a quien me enseñara la técnica para podarlos”, explicó Miguel Ros.

Interesado en el arte del bonsái, trajo a maestros italianos, puertorriqueños, venezolanos, argentinos, brasileños y españoles para que les enseñaran a sus trabajadores y a él las técnicas de cuidado y tratamiento del árbol, pues hay que darles forma como lo hacen los verdaderos peluqueros.

“México es privilegiado por contar con uno de los climas más diversos en el que muchas especies de árboles se prestan para convertirse en bonsái, aún ésta actividad pasa desapercibida. (Pero) Lamentablemente no se tiene el interés que hay en Europa o en China donde un árbol se cotiza arriba de miles de pesos”, afirmó.

Foto: Especial

El Bonsái, dice, requiere de dedicación, pues es necesario que la planta sea regada todos los días, de una constante exposición al sol, de un sustrato especial, además de que deben ser podados con regularidad.

“Son como los bebés, hay que cambiarle el pañal en cada momento y  darle alimento, así  son los Bonsái, hay que estar al pendiente de ellos”, los árboles no se pueden tener mucho tiempo dentro de casa, pues después de una semana la planta se estresa y termina muriendo”, agregó.

El museo ha sido galardonado en diversas ocasiones, una de las más importantes fue el BCI Excellence Award, que le fue otorgado por promover el bonsái en México.

Dice que el árbol más viejo que tiene es  “El águila azteca”, por lo menos tiene unos 500 años y se encuentra dentro de un domo para protegerlo de la lluvia. Simboliza un águila sobre un nopal y es el emblema del museo. Se lo regaló su esposa un 24 de diciembre, lo trajo de Mérida, Yucatán, luego de que él le comentó que lo había visto en una revista.

 

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