Hipódromo de Las Américas, para metamorfosis humanas

*Viernes, sábado y domingo desde las 2 pm y hasta que cae la noche, los sonidos del único hipódromo sobreviviente de la Ciudad de México, monumental espacio de Lomas de Sotelo fundado en 1943, donde hay de todos los colores equinos: negros, retintos, alazanes, tordillos, roanos, colorados

Aníbal Santiago

Ciudad de México (CDMX).- Se quitan las gafas, se las ponen, se las quitan y ponen. Desde el piso elevado que da a un jardín arcilloso, sus miradas van y vienen pues requieren lentes para leer el programa hípico: trazan rayas, tachan y descartan, escriben números y combinaciones. Los serios señores de canas estudian en el área de paddock sus programas del Hipódromo de las Américas cual intelectuales evaluando una osada teoría sobre el fin de la humanidad y no solo apuestas; pausan su sigilo para hacerse secretas confidencias al oído y vuelven a sacarse las gafas para enfocar de lejos.

¿Y ahora, ya sin anteojos, qué tanto ven?

Caballos, desde luego. Debajo de ellos se pasean minutos antes de la carrera 8, la estelar, los competidores guiados por sus cuidadores. By Jabuti es favorito, pero corre con tres kilos de más (se empachó de ensalada de heno, paja, alfalfa y pasto y está gordo). The King Feature repuntó en sus recientes competencias, pero estos científicos hípicos lo notan rebelde: reta a su cuidador pataleando y lleva las orejas atrás, señal de que está asustado. Y pese a que la yegua Toga Sulley no supera en sus recientes eventos el triste sexto lugar, hoy tiene un mirar sabio, sereno: parece segura de revertir el infortunio.

Viernes, sábado y domingo desde las 2 pm y hasta que cae la noche, el sonido del único hipódromo sobreviviente de la Ciudad de México son voces que murmuran: las y los apostadores son gente discreta de austero vestir, siempre con pluma en la mano para leer y crear sobre el programa de mano diagramas que algún día, con suerte y/o inteligencia, les pueden cambiar la vida. Aunque el sonido local les ponga entre la primera y novena carreras música fuerte y gritona como La Boda del Huitlacohe (Hoy se casó el Huitlacoche / Con una urraca famosa / La boda la celebraban allá por La Rumorosa), ellos son taciturnos: su genialidad está trabajando, y no se admiten distracciones en este óvalo de mil 408 metros donde corren hasta 14 caballos por carrera, hogar en sus caballerizas de mil 800 animales.

En este monumental espacio de Lomas de Sotelo hay desde 1943 -cuando este hipódromo se fundó en un mundo desangrado por una espantosa guerra mundial- todos los colores equinos: negros, retintos, alazanes, tordillos, roanos, colorados. Y en sexo: potros, yeguas, potrancas, castrados y chiclanes.

¿Te gusta apostar pero sabes que debes ser cuidadoso para no hipotecar el futuro tuyo o de tu familia? Hay apuestas desde 10, 20 pesitos. La más comunes, a primer lugar, y trifecta, en la que cobras si eliges al primer, segundo y tercero en orden exacto de llegada. Luego vienen otras apuestas con cierta complejidad matemática que entenderás con un manual que te regalan en las mismas boleterías donde te entregan tu ticket con los caballos que seleccionaste. Y si te cuesta elegir, el programa te auxilia con los vaticinios sobre los favoritos que lanzan eruditos seres invisibles contratados por la empresa hípica y de nombres enigmáticos: (Beduino, Careto, El Rival, Guadamur, Junior’s). Ten en cuenta que si apostaste por el favorito, ganarás poco. Si apostaste por un caballo despreciado, ganarás mucho.

Aunque, claro, estás en derecho de que te valga un pepino ganar dinero. De ser así, solo pagarás 15 pesos por tu entrada, sin la menor intención de arriesgar tu plata: solo gozarás el galope de los pura sangre, caballos para recorrer largas distancias (5.5 o 6 furlongs), o los cuarto de milla, mucho más veloces pero para distancias cortas (300, 500 metros).

O sea, si la ludopatía te aterroriza, siéntate en Grada General, goza el solecito capitalino de la tarde, pídete una cerveza con papas a la francesa, delicia esponjosa de corte grueso y poco aceite, para que cuides tus arterias. Frente a ti estará la pantalla gigante que montada sobre un césped inglés te muestra las repeticiones. Verás a la bandera de México ondear sabroso: aquí corre mucho el aire que además dispersa al agua que descargan fuentes gigantes.

El llamado a pista la da un individuo con aires de trompetista de la Familia Real Británica en elegantísimo saco rojo, camisa blanca y botas negras. En su trompeta sopla una fanfarria para que antes de la carrera los jinetes y sus animales se paseen frente a la tribuna. Con un colorido que encandila, de casco, chaleco, pantalón y camisa de carreras, y fuetes en mano, los jinetes se relajan antes del momento cumbre sobre sus animales, cuyas divisas de color en el lomo identifican la cuadra. Tres minutos después, los aguantadores ya forcejean para acomodar al caballo en el cajón del arrancadero (misión durísima que causa hombros dislocados, esguinces de rodillas y otras penurias: no es simple controlar media tonelada animal de insubordinación). Y entonces sí, el juez acciona el timbrazo que abre las puertas de los arrancaderos, retumba el “aaaarracaaan” de toda la vida, y los jinetes aflojan el strap (la correa) para que en hasta 70 kms/hora los caballos batan la arena con sus patas incansables como aspas enfurecidas.

Y ahora sí, en los últimos 50 metros prepárate para atestiguar una metamorfosis. A los silenciosos y serios apostadores de hace un rato se les desfigura la cara por la emoción o la desesperación. Sus gargantas emiten ruidos agónicos, estridentes, desenfrenados. Las bocas se abren y vemos sus campanillas, las frentes se fruncen como acordeones, los cuellos se tensan, los dientes se botan.

Labios Rojos se va al frente sin que nadie lo anticipara, Testarudo honra su nombre y se queda al fondo, Galletita lucha por alcanzar la punta, Qué Badbadidad se va sola al frente por muchos cuerpos.

Tú, que evitaste apostar, no darás crédito de este ruidoso espectáculo humano, tan o más desequilibrado como el de los caballos en la pista.

Esto es irresistible, para la próxima irás a la ventanilla y apostarás algo, implorando por dentro que esa hermosa potranca colorada te cambie la vida.

++ Hipódromo de las Américas: Av. Industria Militar S/N, Lomas de Sotelo, CDMX. Tel: 55 5201 7800.

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