Luisa y David, los herederos de Guido

Édgar Ávila Pérez

Xalapa, Veracruz.-

Las manos adultas de una mujer y un hombre hacen retumbar las paredes con los sonidos del golpeteo del martillo sobre las cuerdas de un piano y de la vibración de la caja de resonancia de una guitarra.

La mirada de ambos se pierde en las notas musicales imaginarias que vuelan cual parvada sobre su humanidad y, de vez en vez, sus ojos se cierran para ir tras ellas en la nada.

La pasión de Luisa González Pardo frente a los teclados de un piano y la intensidad de David Fernández Montero rasgando las cuerdas, muestra a dos virtuosos maduros, pero con alma de niño que les permite jugar con las notas musicales y mostrar su belleza a nuevas generaciones.

Con caminos profesionales separados, pero con una vida juntos, son los creadores del conocido Festival Nacional de Música Infantil y Juvenil “Las notas de Guido”, un encuentro artístico y cultural bienal de intercambio de experiencias artísticas entre especialistas, niños, estudiantes y público en general que enriquecen a la sociedad.

Docenas de niños y jóvenes han pasado por sus manos con una enseñanza que conjuga los juegos infantiles con las notas creadas por Guido, aquel monje italiano que vivía en Arezzo.

“La música de los niños siempre suena a vida, es increíble la profundidad que pueden tener los niños en su interpretación, la música tocada por niños se asoma a su vida, a su inocencia”, afirma Luisa, una artista egresada de la Facultad de Música de la Universidad Veracruzana.

Su memoria de aquella niñez que vivió en Xalapa sigue viva, como los conciertos de los viernes de la Orquesta Sinfónica de Xalapa y los escenarios donde sus padres la llevaban a escuchar clásica, jazz, rock y una larga lista de géneros.

“La música de los niños suena a amor y también a desamor aunque parezca difícil de comprender, suena a sus ilusiones, a todas sus desilusiones, suena a todo lo que han sido felices y  a todo lo que han sufrido en el tamaño y dimensión del alma de un pequeño que resulta no ser tan pequeño”, dice.

A los 14 años se estrenó como maestra musical en un jardín de niños por una necesidad de ser productiva, como una forma de transmitir los juegos con música, su forma de aprender desde niña.

“Siempre he estado convencida que el arte no es exclusivo sino todo lo contrario, que el arte nos pertenece a todos y que la música por muy especializada que sea no es nada más para especialistas”, agrega.

Por eso, ella junto con David creó una iniciativa que apuesta por la regeneración del tejido social a través del arte, la cultura, la educación, la integración familiar, la inclusión social, el turismo, la ecología y el desarrollo social.

“La música tocada por niños suena a lo más puro, lo más genuino, limpio, lo más honesto que puede haber”, afirma, por su parte, David un guitarrista salido de la Facultad de Música de la Universidad Veracruzana con aura de tranquilidad.

Siendo un chaval, las melodías lo calmaban de sus berrinches y hoy goza plenamente transmitir su experiencia en conciertos a los niños, niñas y jóvenes en el arte de la guitarra, ese instrumento que toca con pasión desbordada.

Su vasta experiencia le ha permitido entender que la música suena a vida, a familia, a amor y, desde luego, a  abrazos y esperanza. Al ver a sus pequeños alumnos dominar una pieza le llena de satisfacción, gratificación y le emociona hasta la médula.

“Me conmueve mucho por todas las cuestiones esperanzadoras: paz, bondad, de mejores sociedades, de tener seres más empáticos, más amorosos, más tranquilos y eso se traduce en mucha satisfacción y gozo”, asegura.

Con sus clases particulares, pero también en los conciertos, talleres, conferencias, clases magistrales y concursos del Festival “Las notas de Guido”, David  sabe que los niños son fuertes y a la vez frágiles.

“Guido es una inspiración para poder seguir trabajado a través de la música, porque sabemos que fue un precursor en esta materia y significa un padre espiritual y lo mejor es que los niños se acerquen a la música”, dice.

 

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