Juan Manuel: lo fugitivo permanece

*El tiempo, para los músicos como Juan Manuel Polito Lagunes, no es real, sino una de las maneras, quizá la más bella, de comprender el mundo; creció entre fandangos de comunidades y en aulas de la alta escuela para brindarnos momentos sin ausencias

Édgar Ávila Pérez

El sonido de una música orgánica, impetuosa, enérgica invade el cuerpo de un joven que toca el requinto con fiereza, quien se deja llevar por los hipnóticos sonidos, cierra sus ojos y su alma se desprende de la materia de su ser, como una imagen del séptimo arte.

La potencia del Son Jarocho hace vibrar el cuerpo de Juan Manuel Polito Lagunes y el de aquellos que se encuentran alrededor suyo escuchando los imponentes sonidos que logra sacar de su instrumento musical. Y aunque su organismo está ahí, físicamente, su mente está en un tiempo diferente.

“Cuando estoy tocando y cierro los ojos es como si pasara todo mucho más lento al tiempo normal, cuando estoy tocando, el tiempo se siente diferente, es una sensación de la que he pensado mucho en eso y es algo muy loco, porque el tiempo es igual, pero la mente lo toma diferente”, describe.

Para el músico de 31 años es difícil explicarse asimismo cómo el tiempo pasa distinto cuando se sumerge en las notas musicales, pero un hombre llamado Albert Einstein recuerda que el tiempo es relativo y que depende del marco referencia. El tiempo puede ser diferente para aquellos que, como Juan Manuel, viven en un mundo distinto.

Ese desprendimiento de su ser, mente, emociones y su propio espacio lo palpita siempre que cierra los ojos, ya sea con su requinto tocando los potentes sonidos del sotavento en pueblos y rancherías que acariciando su contrabajo con la multifacética música clásica en la Orquesta Sinfónica de Xalapa desde su casa, la Sala Tlaqná.

“He pensado mucho en eso y lo que pienso es que el tiempo pasa distinto, cuando cierro los ojos siento como si pasara todo mucho más lento y con tiempo de acomodar las notas, de pensar las frases y ver qué va a quedar perfecto, cómo va a resolverse todo y cómo va a caer”, agrega.

El nacido en la región sonera de Acayucan -quien se adentra en la música tradicional de México, del antiguo virreinato y de concierto-, tiene la virtud de la dualidad: es -afirman quienes lo conocen y sus maestros- un melódico virtuoso.

Su jarana y su contrabajo le han llevado a realizar presentaciones y grabaciones con músicos como Leon Spierer, Gregory Carreño, Filippa Giordano, Natalia Lafourcade y Raphael. Y presentarse en conciertos y recitales en ciudades de México, Reino Unido, Brasil,  Estados Unidos y Polonia.

Buscar los sonidos

Cuando niño, era todo un reto “robarse” los instrumentos del grupo de son jarocho de su tío; su curiosidad era inevitable, le parecía inaudito que una jarana emitiera ese tipo de sonidos. “Se me hacía increíble poderlo tocar y buscarle sonidos, era casi mágico, era como algo único”, rememora.

Y cuando sus padres, de oficio comerciantes, se hicieron compadres del sonero de la región de San Juan Evangelista, Isidro Nieves, todo un mundo ingresó a su vida y entendió que debía abandonarse para poder entender y hacer suya esa música .

“La veo como algo en lo que te tienes que sumergir y como abandonarte, incluso en la música académica de orquesta, donde tienes que estar leyendo, es totalmente como sumergirte, estar como hundido”.

Sus años juveniles los formó en el son jarocho del municipio de Jáltipan, al lado del promotor cultura Ricardo Perry y de Los Cojolites, además con músicos de la tradición como Ramón Gutiérrez, Isidro Nieves, Esteban Utrera, Noé González, Andrés Vega y Octavio Vega.

Creció musicalmente en los fandangos de comunidades de Veracruz y participando con Los Cojolites, La Familia Vega y Mono Blanco, pero también en las aulas del Instituto Superior de Música del Estado de Veracruz, donde se graduó de la Licenciatura en Ejecución de Instrumentos Orquestales bajo la tutela del maestro Andrzej Kalarus.

“Siempre digo que tengo esa fortuna de tener estos dos mundos totalmente diferentes, que disfruto igual: en la orquesta con la profundidad del bajo y en el requinto con lo melódico”. Esa dualidad –dice- le da más idea del lenguaje y su música es más orgánica.

Así logró ser integrante de la Orquesta Sinfónica Juvenil del  Estado de Veracruz, del Festival de Música de Santa Catarina (Brasil), y miembro del festival Barbary Halskiej (Polonia).  Y asistir como músico invitado en la Orquesta Filarmónica de Boca del Río, además de la Orquesta Sinfónica de la Universidad Texas Tech.

Desde su visión, la música ayuda a entender de mejor manera este mundo, un mundo a veces incomprensible, lleno de momentos oscuros y difíciles, pero con una luz que puede llegar a irradiar vidas.

“Siento que cuando Dios creó al  hombre le dijo: te voy a dejar en este lugar de cosas sin sentido y de cosas difíciles de entender, pero te va una herramienta que te va a ayudar a descubrir que hay algo más que esas cosas que no puedes entender, esa materialidad: la música, que te conecta totalmente con el alma y al espíritu”.

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