*La literatura hace libre al hombre y lo hace hombre, pues de otra manera, sin imaginación y sin literatura, el hombre sería sólo un animal silvestre, o peor.
Rodolfo Mendoza
Si un amigo confiable nos recomienda un libro es muy probable que lo leamos. Si en la escuela el profesor recomienda una lectura, depende mucho la clase de profesor que sea para que los alumnos acepten el consejo. Si un escritor, digamos Juan Gabriel Vásquez o Mariana Enríquez o Cristina Rivera Garza nos dicen que la lectura de tal o cual libro es fundamental, ese libro tiene garantizadas las ventas. Pero si un escritor de la talla de Félix de Azúa recomienda un libro, el lector no tiene más que buscar incansablemente ese volumen, pues tal recomendación nos da la seguridad de que esa lectura se volverá fundamental en nuestra vida lectora.
Félix de Azúa es uno de los más grandes escritores españoles contemporáneos. Su obra ha sido traducida a innumerables idiomas y no ha desdeñado ningún género. Poeta, narrador y ensayista, su obra toda es un alarde de genialidad. Su poesía la puede encontrar el lector interesado reunida en el volumen Poesía (1968-1989), y algunas de sus novelas han sido publicadas, al igual que este volumen, por la prestigiosa editorial Anagrama: Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y, sobre todo, Diario de un hombre humillado, con la que ganó el codiciado Premio Herralde de Novela.
Lecturas compulsivas de Félix de Azúa es un volumen en el que los más jóvenes o el lector común puede nutrirse de un sin número de sugerencias. Se ha dicho que en los últimos veinte años los niveles de lectura han descendido a niveles paupérrimos; se ha dicho, también, que los niños y los jóvenes ya no se acercan a los libros ni por equívoco; se ha dicho que los adultos jóvenes y aún los ancianos prefieren el entretenimiento triste y superfluo de la televisión más allá de cualquier lectura. Pues bien, ante esta avalancha de noticias apocalípticas, Félix de Azúa se ha dado a la tarea de poner, de cerca a algunos de los mejores autores literarios y convidarnos con su experiencia literaria y lectora.
¿Para qué sirve la literatura? Se pregunta Azúa en el primer texto de este libro. La respuesta es de tal profundidad y sencillez, al mismo tiempo, que podríamos citarla como una de las mejores definiciones de literatura: la literatura, nos dice el autor, es como un río, uno se queda absorto viéndolo, no sabe de dónde viene ni a dónde va, pero las ansias por zambullirse en él nos hace comprenderlo sin que sepamos a ciencia cierta ningún fenómeno científico, pero sí la sensación que nos produce. La idea de literatura como río, que fluye y nos envuelve, es una idea por demás poética. Pero de Azúa va más allá. Nos presenta a los clásicos como lo que son: los modernos de todos los tiempos, y nos enseña por qué un clásico siempre está vivo y es tan vigente.
Repasa a autores como James, Kafka, Mann, Flaubert, Rimbaud, Eliot, Faulkner, pero también a los de nuestra lengua: Unamuno, Ferlosio, Onetti, Benet.
La lectura, o la imaginación para decirlo con un lugar común, es la loca de la casa. La literatura hace libre al hombre y lo hace hombre, pues de otra manera, sin imaginación y sin literatura, el hombre sería sólo un animal silvestre, o peor.