Camino de Los Angeles de John Fante

*Además de la personalidad de Baldini, lo observamos devorar a Nietzsche, Schopenhauer y Spengler: así, el lector descubre de dónde proviene la acidez, agudeza y crítica del más tarde adulto Baldini que tanto disfrutamos.

Rodolfo Mendoza

Desde que fueran prácticamente redescubiertos por Charles Bukowski, los libros de John Fante fueron una revelación para lectores en todos los idiomas. Si no fuera por el autor de La máquina de follar, Fante seguiría sepultado en el olvido y difícilmente hubiéramos tenido noticia suya.

Era natural que un autor como Bukowski admirara tanto a Fante, de quien es deudor. Y obvio resulta que el primero tuviera igualmente un alter ego como el segundo. En el caso de Bukowski, lo sabemos de sobra, Chinanski era casi el sujeto lírico y espejo de su autor; en cuanto a Fante es Arturo Bandini, a través del cual se expresa John Fante.

Muerto en 1983 y en el olvido total, Fante dedicó su existencia a la literatura y a trabajar como guionista en Hollywood; sin embargo, en vida no tuvo éxito como escritor debido, evidentemente, a sus temas y a la rudeza de su prosa. Tuvo que suceder lo esperado: se  le reconoció como un autor de avanzada al que el éxito abrió sus puertas primero en Europa y luego en su país natal, a donde en 1987, cuatro años después de su muerte, se le concedió el Lifetime Achievement Award por el Pen.

A estas alturas no es ninguna novedad hablar de Espera a la primavera, Bandini, Pregúntale al polvo y Sueños de Bunker Hill, libros que han alcanzado altísimas ventas y que han provocado que póstumamente Fante tenga un caudal de fieles seguidores que esperan todo el tiempo a que sea publicado alguno de sus libros inéditos, al menos, en nuestro idioma. De tal manera que Camino de Los Angeles se sumó a la trilogía protagonizada por Arturo Bandini, y el lector conocedor de Fante se encontrará con una suerte de biografía del alter ego, en la que se ve a una Bandini de dieciocho años con planes de comerse al mundo, aunque vemos, desde entonces, que el famoso personaje ya gustaba de las revistas porno, que estaba obsesionado por el sexo y que era un muchacho (ya lo sospechábamos) rebelde y agresivo.

Además de la personalidad de Baldini, lo observamos devorar a Nietzsche, Schopenhauer y Spengler: así, el lector descubre de dónde proviene la acidez, agudeza y crítica del más tarde adulto Baldini que tanto disfrutamos.

Publicada tras la muerte de Fante, entendemos por qué, a pesar de ser la primera novela escrita con este personaje, no fuera publicada: a mediados de los años treinta era casi imposible ver en letra impresa una novela que incluso a estas alturas llega a resultar incómoda, al tiempo que nos da luces sobre su autor y su época.

 

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