Parque Juárez, de lo histórico a lo cotidiano

*El parque es el emblema de la democracia, pero también de la felicidad, del bienestar social de una comunidad. Una ciudad con un parque vivo es una ciudad que goza de espléndida salud

Texto: Anselmo Betancourt / Fotografías: Igor Jácome

Xalapa, Ver.- El Parque Juárez es emblema de su propia historia. A donde ahora pasean familias enteras y se consumen golosinas y antojitos típicos de la región, estuvo asentado el Convento de San Francisco construido en la primera mitad del siglo XVI.

Un dato que suele olvidarse es que fue el segundo convento construido en México, concluyéndose su construcción en 1556, en Xalapa, la capital del estado de Veracruz.

Los parques son uno de los símbolos más claro de la democracia. Desde el siglo XIX ahí han convivido todas las clases sociales.  Solo quizá en las últimas décadas las plazas comerciales han tomado el lugar de los parques en cuanto a centro de reunión familiar y social, sin embargo, los parques siguen siendo centro de reunión de muchas personas de distintas clases sociales.

El parque en Latinoamérica y, específicamente, en México muestra los atributos propios de cada ciudad. Con quiosco o sin él, con mirador, terrazas o fuentes, cada parque tiene sus propias particularidades. La flora de cada uno de ellos, de acuerdo a la región, le da su propio carácter.

Ya hacia finales del siglo XIX el Convento ya estaba en ruinas, por lo que se decidió demolerlo y crear lo que ahora conocemos como Parque Juárez, inaugurado el 16 de septiembre de 1892.

Son características sus araucarias, magnolias y jazmines. A lo largo de la historia ha sufrido muchas modificaciones. Ahí hubo un quiosco, el Teatro El Recreo, la sala de cine Victoria y, actualmente, el Ágora de la ciudad, con sala de proyección, cafetería y librería.

Es muy delgada la línea que divide lo histórico de lo cotidiano. Apenas ayer parecía algo de todos los días y de repente se vuelve histórico. Solo las personas de mayor edad recuerdan los paseos alrededor del quiosco a donde los muchachos y muchachas daban vueltas para toparse de frente y, acaso, rozarse las manos.

Los más jóvenes recordarán los espectáculos de música, teatro y payasos de todos los domingos. Y los adolescentes, actualmente, tendrán presentes sus reuniones de skating o de malabares con sus bicicletas.

Los niños tienen ya en su memoria los algodones de azúcar, los helados y las frituras de los domingos. Y en todos esos momentos y para todos, han estado siempre ahí, desde las siete de la mañana, un regimiento de boleros que han lustrado los zapatos de ciudadanos y visitantes por más de un siglo.

El parque, decíamos, es el emblema de la democracia, pero también de la felicidad, del bienestar social de una comunidad. Una ciudad con un parque vivo es una ciudad que goza de espléndida salud y el Parque Juárez de Xalapa ha demostrado siempre sus buenos pulmones, su robusta fortaleza, su aire de ciudad añeja y joven, al mismo tiempo.

 

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