Martín Corona, el niño juglar

Édgar Ávila Pérez

Puebla, Pue. –

Un niño piel canela llamado Martín Corona, delgadito y acelerado, atendía una tiendita de abarrotes en una ciudad pueblerina de las altas montañas de un estado del Golfo de México.

El chamaco de pelos parados, que crecía en el mítico Barrio de San Bruno de Xalapa, se la pasaba chismorreando todos los días con alumnos más grandotes de literatura, antropología, sociología, idiomas y pedagogía.

Los estudiantes de la prestigiosa Facultad de Humanidades de la Universidad Veracruzana, provenientes de todo el sur de México, fueron una fuerte retroalimentación e influencia para ese mocoso que acabó siendo uno de los juglares más famosos del mundo mundial.

Así podría iniciar la historia infantil de Martín Corona, un veracruzano, poblano por adopción, un cuenta cuentos infantil, un nómada universal, un creador de historias fantásticas y, sobre todo y ante todo, un fiel creyente que los niños nos salvarán de un mundo terrible.

“Me les escapaba a mis papás, parte de la rebeldía que me caracteriza. Mi familia no está relacionada nada con las artes y yo tuve que romper con muchos paradigmas de mi crianza para poder dedicarme a esto”.

Esas son las palabras del hombre con alma de niño que hoy carga a cuestas más de 10 mil funciones de cuentos, talleres, malabares, títeres y canciones construyendo nuevas sociedades.

“Fue una infancia muy cálida y obviamente como vivía cerquita del Teatro del Estado tuve oportunidad de ver mucho teatro y de escuchar mucha música”, dice.

En su infancia pasaba horas en una biblioteca infantil del centro histórico de la ciudad xalapeña, donde recorría con su imaginación mundos insospechados, quizá por eso hoy es un errante de las artes.

Sus paseos por la Argentina desde San Salvador Jujuy hasta la Patagonia; sus andanzas por México desde Petlalcingo en Puebla a San Pedro Mixtepec en Oaxaca ó San Rafael Pucté en Quintana Roo, dieron rienda suelta a esa imaginación que ha creado 15 libros para niños y jóvenes.

Aquellas imágenes de la serie televisiva Los cuentos del espejo, del maestro Andrés Bustamante y los talleres del Tío Patota, del escritor y cuentacuentos Eduardo Robles Boza, fueron determinantes para convertirse en un Juglar Contemporáneo.

“Ha sido un poco difícil, porque me tuve que ir abriendo camino sólo y ha sido divertido, bonito, desafiante”, agrega quien ha participado en distintas ferias, como la del Libro de Fortaleza en Brasil, y el Encuentro de Contadores de Historias en Buga, Colombia.

Era periodista cultural y fue en la Feria del Libro Infantil y Juvenil de Xalapa cuando se estrenó como cuenta cuentos y aprendió el oficio de mala manera.

“Los primeros siete días fueron un total fracaso, los niños pasaban y se burlaban de mi: ¡¡¡eyy, tu taller es muy aburrido!!! Y dije: tengo que hacer algo bonito para ellos y me puse a jugar con ellos, empecé a improvisar narración de historias y a divertirme mucho”.

Actuó en parques de Hermosillo, Sonora y en una crisis personal en la ciudad de Puebla se puso a trabajar de cuenta cuentos… Era el año 2000, el inicio de un viaje a las infancias.

Los ropajes, pelotas, aros, clavas, esferas y libros son una extensión de sí mismo. Y ahora desde el programa radiofónico Arriba Chamaco, que se transmite desde Radio BUAP y distintas estaciones, busca un mejor mundo infantil.

 

 

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