El carisma de la Estación Juanita

José Antonio Marín Mora

San Juan Evangelista, Veracruz.-

Al son del primoroso cantar del colibrí y el esmerado canto del gallo, rodeada de árboles, yerbas y plantas, tan vivos y generosos como los buenos días de sus habitantes, se ilumina la llamada “Estación Juanita”.

Villa Juanita, un acogedor pueblo al sur de Veracruz, alberga una antigua estación de Ferrocarriles Nacionales de México, que ha visto pasar el tiempo desde los años cincuenta.

El antiguo reparador de ferrocarriles, Don Apolinar Santos de 58 años –un hombre robusto, de tez morena y cabello negro con canas- rememora que la Estación  Juanita se convirtió desde febrero de 1978 en su hogar y lugar de trabajo.

En aquella pequeña sección de ferrocarriles del centro del lugar, pintada en colores blancos y grises –ubicada justo a unos metros del tradicional puesto de Doña Minerva Mina- ingenieros y hasta reparadores degustaban animales del monte.

“Ella me enamoró, me mandaba lonche con mis compañeros a la estación”, dice con una sonrisa Apolinar.

Lugar donde forjó su destino.  Actualmente vive con su esposa e hijas, mientras atienden un puesto de comida rápida, a unos metros de la antigua estación, hoy maquillada en colores blancos y azules, llena de anécdotas y aventuras.

Fue un miércoles 27 de abril de 1994 a las 12:05  horas cuando el sonido de los petardos anunció la última corrida del tren en Villa Juanita. Proveniente de “Bellaco” la maquina 8940 dio su ultimo paseo por los rieles.

Ángel Fuentes, hombre alto de tez clara, cabello negro lacio y con lentes, recuerda aquella escena como la primera vez.

“Los vecinos me dijeron que era la última vez que pasaba el tren. Tomé mi libreta y fui a ver. Donde hoy es la explanada cívica se paró y rápidamente escribí todo, recuerda”

Junto a un frondoso árbol y bancas donde se juntan personas para vender prendas de vestir, se encuentra las instalaciones de la estación de ferrocarril, cuna de memorias y aventuras.

Pequeñas rachas de aire fresco, junto con diminutos pero potentes rayos del sol entran por las ventanas de las coloridas casas del pueblo, vislumbrado que el día ha comenzado y las clases están por empezar.

El sonido de los mototaxis forrados en hule azul rey a cuatro ruedas se escucha por todo el pueblo. Son hombres de todas las edades, que, antes de las ocho de la mañana, por solo ocho pesos transportan a los estudiantes de todos los niveles educativos del lugar.

Han pasado horas desde que los niños llegaron a casa, los televisores están encendidos. Las puertas y ventanas dejan entrar el ya fresco soplo del atardecer. Ya no portan el uniforme, la comida casera adorna las mesas de los más de 3 mil habitantes.

La oscuridad abraza las casas del bello pueblo, cual madre a sus pequeños hijos. Se escuchan risas y la telenovela del momento de fondo. Otro día de trabajo y nuevas experiencias ha terminado.

Las ventanas y puertas se comienzan a cerrar. Las gallinas tienen horas dormidas y los mototaxis están en casa.

Así duerme Villa Juanita, tranquilo y fresco. Hace distinción a su significado en Hebrero: Juanita está “Llena de Carisma”.

 

Foto: Especial
Foto: Especial

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