La elaboración de morrales y bolsas con la fibra del maguey se remonta a la época prehispánica
Por Carolina Miranda
En la localidad Xiloxuchil, en el municipio de Tantoyuca, Veracruz, las mujeres han heredado el arte de tejer las fibras del ixtle (un tipo de agave o henequén), que se tiñe con pintura natural para elaborar bolsas, aretes, cinturones, carpetas y mecates.
“Nuestros abuelos, todos sobrevivieron de esto. Nada más que ahorita ya tenemos más variedad en diseños”, cuenta María Elena Hernández, artesana de Tantoyuca.
Las familias de Xiloxuchil realizan todo el proceso desde la siembra del henequén, que requiere de entre cinco y seis años para estar listo para el primer corte, hasta la recolección, la extracción de las fibras, la pintura y el tejido.
“Al tener la tela se pueden hacer muchos diseños, hasta monederos, las canastas que es de ese material: zapupe. Y la pintura es natural, azafrán que no se despinta”, explica la mujer originaria de esa comunidad Teenek.
El zapupe se extrae manualmente y después se pasa al hilado y posteriormente al telar de cintura. Es una tarea ardua en la que participa toda la familia, señala María Elena Hernández, quien aprendió de sus papás y de sus abuelos.
“Esto es familiar, yo solita no lo puedo hacer, participan normalmente: mamá, papá, los niños que van creciendo ya son los que hacen los jóvenes, los estudiantes del telebachillerato, regresando de la escuela se ponen a tejer”.
Las fibras de maguey se extraen desde la época prehispánica, en la huasteca veracruzana se cree que es un trabajo de “toda una vida”.
“Las hojas se cortan con un cuchillo filoso desde la base de la planta, ya que es ahí donde las hojas se encuentran más desarrolladas y esta técnica hace que aprovechen al máximo el producto”, Adlay Reyes Betanzos en su tesis de licenciatura.
En el trabajo recepcional, la investigadora expone que después de cortar las hojas se raspan hasta obtener la fibra que se llama zapupe. Para elaborar un solo morral se requieren al menos 12 hojas de ixtle.
